Hoy, queridos amigos, partamos juntos
Dondequiera que estén, déjense llevar cerrando los ojos por un instante…
¡Es mágico! Aquí estamos, transportados a los antípodas, a Australia, a Sídney, esta ciudad vibrante de luz e historias.
Abrid los ojos y dejaos llevar: la Ópera despliega sus velas blancas abiertas hacia el horizonte, mientras el Harbour Bridge alza su arco de acero, uniendo dos orillas bañadas de luz. Muy cerca, The Rocks, el barrio más antiguo de la ciudad, susurran el recuerdo de los marineros y de los colonos británicos llegados con la First Fleet en 1788.
Adentrémonos en sus callejuelas: antiguo barrio popular, marcado por marineros ebrios, peleas y callejones oscuros, hoy se ha convertido en un lugar cultural y turístico, con sus mercados, museos, pubs y espléndidas vistas sobre la bahía. Los cafés y salones de té vibran con conversaciones venidas de todo el mundo. Más allá, los rascacielos centellean como espejos levantados hacia el cielo austral, donde la luz danza con una intensidad única.
Sydney, es un poema vivo, escrito entre el mar y el cielo, una ciudad donde cada paso mezcla la historia con el futuro.
Un artista surge, y en un instante fugaz encanta nuestra vida cotidiana, toca nuestros corazones y luego desaparece de incógnito – sombra fugitiva, perfume de una dulce melancolía.
Al doblar una sala del Australian Museum, en este lugar dedicado a las ciencias naturales, aparece una exposición fotográfica inesperada. Una revelación de rara belleza artística: la profundidad de las miradas, la magia de los colores, la dignidad de las posturas, la poesía de la naturaleza y lo sobrenatural, el inconmensurable mundo de los espíritus y de las tradiciones ancestrales. Dejémonos llevar a Papúa Nueva Guinea, en la danza de las imágenes sobrecogedoras de Wylda Bayron. Viajera incansable, gran artista, fabulosa exploradora de culturas y de humanidad.

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